Samādhi - El estado de éxtasis

Un camino evolutivo como el del yoga, lo he dicho muchas veces, prevé, como primer paso, despertar el estado de atención, para llegar luego a la cognición y de esto al despertar de la conciencia, aprendiendo en el camino a distinguir lo falso de lo verdadero, lo subjetivo de lo objetivo, a veces a través de duras prácticas de todo tipo.
Obtener tal conocimiento, solo con los medios del intelecto, viene considerado, en esta disciplina, prácticamente imposible, por ello, a un cierto nivel, se apoya en el uso de la meditación profunda. Por este medio, que se considera más adecuado, debería ser posible determinar la verdadera naturaleza de la esencia de la existencia, como una experiencia práctica.
La cualidad necesaria que da la capacidad de distinguir y la visión objetiva es vairāgya: desapego o no involucración.
Debe decirse que vairāgya no implica necesariamente, como algunos hacen creer, el abandono del mundo, por ejemplo, retirarse para ser un asceta es ante todo una actitud, así como una dimensión interior.
Aquel que llega a vairāgya, guiado por un perfecto discernimiento, podría, como dicta la tradición, obtener las condiciones para conocer la realidad imperturbable del brahman: el eterno, imperecedero Absoluto, la realidad suprema que no es dual, ni subjetiva ni objetiva, pero que los contiene ambos.
Como conciencia absoluta, no es accesible en su abstracción al pensamiento, mucho menos al habla, ya que es una condición de pura trascendencia.
El brahman, sobre el que se suele proyectar un mundo de imágenes que ciertamente no ayuda a los propósitos del conocimiento real, como la conciencia, haría posible la percepción del ser y la bienaventuranza.
Hay en la meditación la etapa inicial en la que el yogui tiene una concentración subjetiva donde aún no tiene la conciencia tranquila de sí mismo; otra fase más objetiva en la que aprende a tener conciencia distinta de sí mismo y del objeto de concentración; y finalmente la fase más alta, ni subjetiva ni objetiva, correspondiente a un estado de conciencia en el que él mismo y el objeto de la concentración son lo mismo, sin distinción.
Este último estado de concentración-conciencia se llama samādhi.
Y es en este estado de perfecta trascendencia no dual y extática en la que se tendría la oportunidad de realizar la experiencia del Brahman.
Se me ocurre que el samādhi del que estamos hablando no es un verdadero samādhi. Puedo intuir que es un estado del ser que va más allá de la vigilia, de sueño y del sueño profundo.
En mi experiencia personal, que se prolonga desde hace años, me he beneficiado de una sólo una vez, durante la meditación, de un estado de éxtasis. Coincidió, tras meses de intensa práctica, con la caída total de cualquier tipo de tensión y con la realización interior del estado de abandono.
Me dejó, supongo que por falta de costumbre, asustado tuve que trabajar durante largo tiempo para eliminar el estado de inquietud que me invadió. Sinceramente esta experiencia fue muy fuerte pero no creo que haya probado el estado alto de samādhi como se describe en los textos de yoga autorizados.
A pesar de mis profesores hindús, americanos, belgas, franceses e italianos las personalidades más destacadas del entorno, ninguno de ellos supo brindarme explicaciones exhaustivas de lo que me había sucedido. Esto indica, según mi opinión, que ellos tampoco tenían suficiente experiencia de estados similares, o quizás habían optado por el silencio sobre este tema. A la luz de mi experiencia personal, invito a profesores de yoga y eruditos a adoptar una mayor prudencia al expresarse.
Con demasiada ligereza se habla de samādhi en las escuelas de yoga, es decir, de cosas que no están basadas en la propia experiencia.
No es necesario. El yoga es capaz de aportar maravillosos cambios en la personalidad psicosomática del individuo,  para comenzar una vida más consciente y yo diría que ya es un gran resultado.
Quien practica un buen yoga es una persona equilibrada y consciente de la complejidad del campo que está explorando.
A veces tiene la impresión de estar en un área grande sin puntos de referencia. En estas condiciones, le resulta difícil afirmar principios con certeza.
Hacerlo ya podría ser sinónimo de fanatismo resultante de avidyā (no conocimiento, por no decir ignorancia).
 
© 2020 - C. Y.  SURYA - MILAN (ITALY)